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  • Foto del escritorRuth Miras-Ruiz

ArTe - CuerPo - Destrucción

ARTE CUERPO DES-TRUCCIÓN

La inquietante Sublim-Acción de lo Perecedero

Ruth Miras Ruiz

La destrucción como causa del Devenir.

La Destrucción como origen del Ser.

Spielrein, S.

Tenemos presentes, en el imaginario colectivo, los significantes estandarizados Arte y Creación/Creatividad como binomio indisoluble, sin atender a un elemento consustancial que permite una importante triangulación, en si misma necesaria para que el proceso creativo pueda ser generador. Este elemento fundante no es otro que la Destrucción.


Pareciera contradictorio, paradójico, significar la Destrucción como elemento fecundo y constitutivo. Pensemos en el Caos de la creación, ese campo fértil, aún sin forma, donde todo es posible, pues todas las potencialidades de ser subyacen bajo el magma informe de la vida.

Recordemos a Nietzsche en “Así Habló Zaratustra”: “Aún tenemos que albergar el Caos en nuestro interior para dar a luz a una estrella danzarina”. Esto nos trae sin duda la imagen de Shiva Nataraja, el bailarín cósmico del panteón Hinduista, aquel quien ejerce y representa la creación y la destrucción bajo su danza. Es una destrucción en la que la creación se asoma, es, una especie de resurgir, de renacer que facilita y abre nuevos pasajes, tras el caos. Hacer saltar por los aires las formas preconcebidas, aceptando que hay cosas que han de desaparecer para que otras aparezcan; y el arte, como espejo de las inquietudes y misterios viscerales de la humanidad, se genera, se destruye y se regenera constantemente.


Fiorini en “El psiquismo Creador”, nos detalla cuatro fases en los procesos creadores y destaca, en la primera de ellas, que el llama Fase de Exploraciones, la necesidad de desarmar los objetos dados para instaurar un Caos creador (Fiorini. 2004: 26).


Aldo Pelegrini en su estética de la destrucción afirma: “Crear es en definitiva transformar, es decir, destruir algo para hacer con ese algo una cosa nueva”. Pero, ¿acaso es posible crear algo nuevo a través de una materia ya existente? Esto nos sugiere procesos creativos donde la destrucción cumple una función estética, viene a cumplir un anhelo profundo del hombre; la destrucción con una intención estética viene a ser respuesta a diversas preguntas existenciales, viene a traer en definitiva, cierto orden interno, al dar lugar a una simbolización de la destrucción como causa del Devenir. De este modo los objetos, la materia, erosionada por el tiempo o de-construida por la acción explícita y decidida del hombre, se presenta ante él, de nuevo, como potencialidad de ser, de existir, de construir identidad, no sólo para el objeto sino para sí mismo.

Disolución y permanencia en un mismo acto creativo.


El deseo apasionado, es decir la libido, tiene dos aspectos: es la fuerza que embellece todo, pero al mismo tiempo lo destruye todo. A menudo se tiene la impresión de no llegar a comprender realmente en qué podría consistir la característica destructiva de la fuerza creadora (Jung, C.)

En ocasiones el Arte, lo artístico y sus procesos, se visten, bajo el subterfugio de la ficción, de creaciones casi Tanatológicas, revelándonos aquello que, en otros ámbitos habría de permanecer oculto, bajo los acuerdos tácitos de las reglas de la moral y la estética pre-establecidas.
Así lo Siniestro hace su aparición, develando su rostro innombrable, barquero de no-retorno hacia Lo Real; espejo sin imagen tras una mirada ciega, que a tientas resiste los embistes de lo Imposible, de la Ausencia de sí.


En estas creaciones, la destrucción es un canal por el que se deslizan toda clase de intentos de alcanzar Lo Real o el vacío en nosotros, lo infinito, lo innombrable, el abismo interno que nos separa de la completud y por tanto de la aniquilación total.
Los procesos creativos, en este sentido, ejercen como lucha cuerpo a cuerpo contra las leyes del espacio, del tiempo, de la materia; desafiando a la transitoriedad, a la impermanencia, a través de sus propias reglas: la erosión, el desgaste, la fractura, la descomposición, la fragmentación... En un proceso de sublimación de la angustia de existir y no a un tiempo, de saberse finito, incompleto, abismado en la falta, el vacío.


Destruir -Crear – Destruir – Crear... un juego pulsional - en la línea de Freud y Sabina Spielrein - entre la vida y la muerte, a través del cuerpo, ese viajero extático, errante por los dominios de Eros y Thánatos.



Tomemos el cuerpo humano como referente, como objeto artístico, a la vez que actor de las pulsiones creadoras y destructoras inherentes a él. El cuerpo como inspiración, como vehículo, como camino, como lienzo, como luz, como sombra, como vida, como muerte. Un cuerpo que grita y denuncia, o que enmudece y otorga silencio a cada una de sus cavernas.

Dirijamos ahora nuestra atención hacia algunos ejemplos de diferentes procesos creadores, hacia artistas que han objetualizado sus propios cuerpos, encarnados y descarnados en objeto, en símbolo. Entrelazando y difuminando las atmósferas de la vida, de la creación y del arte.
El cuerpo puede albergar múltiples significados, son cuerpos-voz, cuerpos-palabra, son enclaves estratégicos donde sucede lo nuclear de la vida y de la muerte, campos de experimentación de lo subjetivo, piel de las emociones, voz de lo silenciado…


El cuerpo como Dolor, el cuerpo como Herida, el cuerpo como Cicatriz, en definitiva, el cuerpo como testigo del acontecer, del devenir existencial.
Encontramos en el largo recorrido del movimiento de la Performance y del Body Art infinidad de ejemplos de artistas que han utilizado el cuerpo, el propio y el del otro, como soporte, como técnica, como objeto artístico, como espacio de denuncia social y reivindicación identitaria.

El cuerpo muestra su vulnerabilidad, su destino trágico de inexorable desaparición, pero también su fortaleza, su capacidad de resistir los embistes del tiempo, de la enfermedad, del dolor. “Nadie sabe lo que puede un cuerpo” (Spinoza, B.).



La destrucción de lo corporal, como apuntaba anteriormente, puede retornarnos al origen, a un espacio-tiempo donde el cuerpo todavía no existía como tal y por lo tanto toda posibilidad de ser estaba latente y pendiente de ser constituida.

El desmembramiento, la erosión, la mutilación del cuerpo, puede atender, de alguna manera, a la fragmentación de las identificaciones, de modo tal que la identidad busca su reflejo en los fragmentos, en los retazos desintegrados. Como afirma Pelegrini: “Todo acto de destrucción tiene sentido de atentado al pudor en cuanto nos ofrece la desnudez total de la materia”.

Esta desnudez , este atentado al pudor lo encontramos en la obra de David Nebreda. Se puede apreciar en su obra, como en pocos artistas, esta “Estética de la destrucción” de forma tan real, tan cargada de verdad, lejos de artificios y de “como síes”. Baudrillard se refirió a él: “Nebreda consigue negarse absolutamente y plasmar esta auto-negación como obra de arte”. Este es un caso extremo, donde patología, proceso creativo y cuerpo como objeto artístico han encontrado una forma de dialogar, aunque no todo acto de creación lleva siempre implícito un proceso de sublimación.


Sin dejar de lado el tema nuclear del Dolor y la Herida, pero fuera de los márgenes de la psicopatología grave, podemos nombrar a Gina Pane, Gunter Brus, Zhang Huan, Rudolf Schwarzkogler o Marina Abrahamovic, entre otros. Cada uno desde una mirada, una perspectiva diferente, un impulso, un imaginario y un registro simbólico cargado de significantes y significados diversos, pero todos ellos bajo el telón del grito de la Herida Corporal, como herida simbólica que desangra y destila dolores personales y universales.


* Ensayo Relacionado:

“De Soledades y Cavernas. La danza Expresionista/Butoh en los precipicios del nuevo mundo” (Ruth Miras-Ruiz)


Autorretrato de Nebreda


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